Terminó el Mundial de España que nos dejaron ver solo a medias y lo hizo con Estados Unidos reeditando título por aplastamiento. Había dudas sobre el Team USA hace menos de un mes, viendo cómo se iban cayendo de la lista sus principales jugadores, pero el combinado finalmente elegido por Krzyzewski no ha dado ni una mínima oportunidad a sus rivales. Solo Turquía en la fase de grupos, en un partido que nos mandaron a las 2 de la madrugada, fue capaz de plantarles cara durante casi tres cuartos, para finalmente acabar siendo arrollados en cuanto se despistaron en tres jugadas seguidas.
Cuando se conoció la composición del equipo, comentábamos en estas páginas que era un equipo más compensado dentro-fuera que el que compitió en Londres ’12, con mejores interiores, pero muchas menos calidad en los exteriores y, al mismo tiempo, formado por jugadores con mucha facilidad para hacer puntos. Aún así, estaba por ver la respuesta de una plantilla en la que no se terminaba de ver un líder que tirase del equipo tras la baja de Kevin Durant.
El resultado ha sido que el equipo ha funcionado como un bloque y que la intensidad defensiva (dejando en este aspecto a James Harden al margen, absoluta abulía en un lado de la pista y tremenda puntería en el otro) ha ahogado a los rivales, provocando constantes pérdidas de balón que han ido siendo castigadas con canastas una y otra vez (valga como muestra los 50 puntos obtenidos frente a Finlandia a cambio de las 31 pérdidas de los fineses).
Dentro del gran nivel mostrado por el equipo americano, el título de mejor jugador del torneo ha sido para un extraordinario Kyrie Irving, tal vez no tan sobresaliente en los primeros partidos, pero letal ante Lituania y en la final, sobre todo en los minutos iniciales en los que los serbios plantaron cara y amagaron con darle un disgusto al campeón. Junto a Irving, Kenneth Faried ha estado también en el mejor quinteto del torneo, y otros jugadores como Klay Thompson, el citado Harden o DeMarcus Cousins han completado también un gran torneo. Como lunar de este equipo se debe citar sin duda el pobre estado de forma mostrado por Derrick Rose después de dos años aciagos. Esperemos que poco a poco el jugador vaya recuperando la confianza, puesto que lo visto en el Mundial es preocupante.
La sensación tras este Mundial es que Estados Unidos ha conseguido reparar la brecha que habían abierto los equipos FIBA desde que en el Mundial de 2002 perdiera consecutivamente con Argentina, Yugoslavia y España. Está por ver si el renacimiento que apunta Serbia les llevará a poder plantar cara a los americanos en los próximos años, o de nuevo se abrirá un abismo entre los combinados americanos y los del resto del mundo.
Segunda ha sido la selección de Serbia. Agradable sorpresa del torneo el renacer de este equipo tras más de una década desde que la selección de lo que quedaba de Yugoslavia se proclamó campeona del Mundo en Indianápolis en 2002. Tras muchos años de travesía del desierto, en los que sin embargo el baloncesto serbio no renunció a sus señas de identidad y mantuvo su excepcional trabajo de formación de jugadores, les llega el éxito con un equipo plagado de jugadores jóvenes, dirigidos magistralmente dentro de la pista por un Milos Teodosic que por fin parece haber dejado a un lado su cara mala, para explotar en la fase decisiva del torneo como el genio que siempre ha llevado dentro pero al que ese aire fatalista que le ha acompañado siempre lo ha mantenido oculto mucho tiempo. La próxima edición de la Euroliga confirmará si Teodosic finalmente se convierte en el gran heredero de las estrellas yugoslavas o vuelve a su irregularidad habitual.
Y ha sido una de esas estrellas de la antigua Yugoslavia el encargado de dirigir a este equipo desde la banda. No era fácil sin lugar a dudas su misión, pues tomaba el testigo de una leyenda de los banquillos como es Dusan Ivkovic, pero Sasha Djordjevic ha sabido llevar a la selección y transmitirle su carácter, culminando el torneo con una medalla de plata y dos extraordinarios partidos ante Brasil y Francia.
Tras una fase de preparación algo tumultuosa, con la baja por lesión de Nedovic y la expulsión del equipo de Micov, la selección serbia empezó el torneo a medio gas para ir poco a poco cogiendo la forma. A partir de octavos, cuando en una sensacional segunda parte borraron del mapa a una selección griega que llegaba tras jugar muy bien en la fase de grupos, el equipo de Djordjevic ha regalado al espectador un baloncesto espectacular, culminado con una más que merecida medalla de plata y la sensación de que el futuro en Europa es suyo.
Y en el tercer puesto quedaron los actuales campeones de Europa. Lección de saber competir del combinado francés, que acumuló bajas durante la fase de preparación para llegar al Mundial sin prácticamente ninguna de sus estrellas. Sin embargo, Vincent Collet una vez más ha sabido sacar el máximo rendimiento a sus jugadores, obteniendo una muy merecida medalla de bronce.
Tras una fase de grupos en la que Francia ya avisó de que no se iba a venir abajo por las bajas, la lección táctica impartida por Collet en cuartos deshizo a la selección española, sabiendo buscar todos los puntos débiles de un rival al que le pudo la prepotencia y la responsabilidad y a la vez explotando todos los puntos fuertes de jugadores como Diaw, Batum o el joven Gobert, que sale muy reforzado de este torneo.
Tras tumbar a España, la selección francesa regaló al espectador, junto a la de Serbia, el mejor partido del torneo; una semifinales en la que los serbios bordaron el baloncesto durante los tres primeros cuartos, con los franceses a duras penas pudiendo contener el torrente de juego que dirigía Teodosic y en la que en el último cuarto en un visto y no visto el orgullo del equipo francés les llevó a una remontada que a punto estuvo de culminarse. En un duelo artillero memorable entre Teodosic y Batum, los serbios tumbarían a una selección francesa que se fue con la cabeza bien alta.
Los franceses se tomarían la revancha al día siguiente, ganando la medalla de bronce ante la selección de Lituania, a la que una vez más le toca rumiar con un cuarto puesto que la deja a las puertas del éxito. Lituania perdió un par de días antes del torneo a su gran estrella, Mantas Kalnietis, pero de la mano, por fin, del buen torneo de Jonas Valanciunas y apoyándose en un bloque muy compacto, fue capaz de alcanzar con solvencia las semifinales, donde aguantó veinte minutos a los EEUU antes de ser arrollados.
En la lucha por el bronce, los lituanos fueron por delante casi hasta el final, pero, como ya ocurriera con Serbia, la puntería de Batum volteó la situación, dejando a los bálticos con la miel en los labios. Pese a todo, buen torneo del equipo al que tal vez faltó una mayor determinación por parte de Klazauskas desde el banquillo a la hora de proponer variaciones tácticas.
Adiós a la gran generación de Argentina. Lastrados por las bajas de Carlos Delfino y Manu Ginóbili, los argentinos se despidieron antes de tiempo del Mundial en un partido en el que Brasil no les dio opción. Muy posiblemente hayamos asistido a la última batalla de los Scola, Prigioni, Nocioni… Una selección que está por derecho propio entre las grandes de la historia.
Agradable sorpresa fue Senegal, cuarto clasificado de su grupo tras eliminar a Puerto Rico y dar la campanada del torneo tras vencer a Croacia. Equipo muy físico, hay que señalar que jugaron un buen baloncesto, moviendo muy bien la bola y dejando muy buen sabor de boca.
Entre las decepciones, Puerto Rico solo fue capaz de ganar a Filipinas. Lastrado por las lesiones, también es cierto que el juego colectivo brilló por su ausencia y los jugadores hicieron la guerra por su cuenta. Juego individual que también penalizó a la selección brasileña, víctima en cuartos de final de Serbia. Los brasileños apuntaban muy alto, pero no terminaron de funcionar como equipo y eso no lo perdonaron los de Djordjevic.
Croacia una vez más volvió a mostrarse como un equipo sin alma. Tras estar a punto de caer ante Filipinas en el partido inaugural, vencieron a Argentina en un buen partido, para ser derrotados por Senegal y Grecia y lograr la clasificación en el último partido ante Puerto Rico. En octavos de final fueron eliminados por Francia.
A diferencia de Serbia, los croatas han perdido ese gen competitivo que tenían los Petrovic, Kukoc o Radja. Aunque conservan la calidad de la escuela balcánica, la falta de espíritu de las últimas generaciones de baloncestistas croatas es preocupante.
Y si se habla de decepciones, hay que referirse a la de nuestra selección. Nada se ha hecho bien, desde la elección del entrenador, pasando por el diseño de la preparación del torneo y culminando con el juego desplegado.
Ya se ha hablado largo y tendido en esta web sobre las causas que han llevado al fracaso. Lo que era una oportunidad de oro para despedir a nuestra mejor generación de jugadores se ha convertido en una pesadilla. El baño táctico al que fue sometida la selección por parte del combinado francés no es sino una continuación de los problemas evidenciados hace un año en el Europeo y supone tal vez la mayor decepción de la historia de nuestro baloncesto, superando incluso al Angolazo de 1992, teniendo en cuenta la calidad de la plantilla de entonces y la de ahora.
La eliminación prematura de España obliga además al equipo a ganarse una plaza para los Juegos de Río de 2016 en el Eurobasket del año que viene y, de no conseguirse, a acudir al Preolímpico del verano de 2016. Y todo esto, muy probablemente ya sin los jugadores que llevaron a España a lo más alto y sin un relevo claro.
A diferencia de Serbia, el trabajo de formación en este país sigue dejando mucho que desear y no salen grandes jugadores que permitan augurar que España siga en lo más alto. Por mucho que la Federación insista en el Método FEB y en el trabajo de cantera, el baloncesto base está abandonado y los jugadores jóvenes que salen provienen de las canteras de los clubes y no de los programas de formación de la Federación.
Muy posiblemente solo Nikola Mirotic de entre los jugadores jóvenes tiene la calidad suficiente para poder liderar en un futuro a nuestra selección y, tras su enfrentamiento con la FEB, tal vez lo hayamos perdido.
Vienen tiempos duros en los que tal vez aprenderemos a valorar lo que hemos vivido en esta década larga de éxitos.
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