Anoche volví a fallar, lo sé. Lo hago cada vez más a menudo con mi cita telefónica con la familia, con el descanso y hasta conmigo mismo. Pero me duele más hacerlo con este diario,objeto simbólico de mi compromiso con vosotros los lectores.
Ayer recibimos la visita de Ángel Palmi, director deportivo de la federación, una de las cabezas visibles de la estructura organizativa. Me sorprendieron sus orígenes y su discurso, humildes ambos, aunque me quedé con ganas de hacerle unas cuantas preguntas. Porque el éxito de nuestras selecciones es incontestable en términos de resultados, pero, al menos en la categoría masculina, la formación de talentos genera muchas dudas. El relevo generacional parece estancado. Desde la irrupción de Ricky Rubio, difícilmente atribuible a la labor de Federación, no aparecen jugadores con calidad para competir en el máximo nivel internacional.
Por su parte Joan María Gavaldá presentó una ponencia sobre el profesionalismo en la que, entre otros muchos aspectos, se abordó la cuestión de la marca personal. Si queremos ser alguien en este gremio debemos potenciar las cualidades de nuestro producto, ponerlas en venta y publicitarlas. El problema es que cuando hablo de producto en realidad lo hago de personas, aunque en fin, éste es un mal generalizado de nuestra sociedad. Pronto los bebés nacerán con códigos de barras y un perfil de Linkedin. Porca miseria.
Ha comenzado la cuenta atrás. Echando mano de trucos psicológicos de baratillo he decidido titular las entradas con los días que restan para finalizar la batalla. Nos invitan a echar el resto en los últimos segundos de partido, a desestimar las necesidades fisiológicas de nuestro cuerpo y las señales distorsionadas que nos ofrece nuestra mente en forma de espejismos. Me anclo para sobrevivir a la épica de un Lawrence de Arabia y me despido escuchando mentalmente, porque ya empezó la clase, su magnífica banda sonora. Hasta la noche.
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