La importancia de palmear por pivotes altos


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Hace unas temporadas, viendo un partido, a propósito de una jugada en la que Tomic palmeó un rebote hacia fuera, que fue recogido por Navarro, Manel Comas (cómo lo echo de menos) dijo que era importantísimo que un pívot de su altura palmeara los rebotes hacia fuera. Esa afirmación me sorprendió bastante, porque en el momento pensé que lo natural con esa ventaja de altura sería que no necesitara palmear sino que los cogiese más cómodamente que jugadores más bajos. Usando el hashtag adecuado pregunté si podría comentar el por qué; pero bien porque no lo vieran o porque la respuesta no procedía no dijo más sobre el asunto. Hoy voy a tratar de responder yo a esa pregunta, intentando hallar la comprensión que me permita aceptar la idea directamente, no sólo porque proceda de Comas.

Un dato relevante es que el palmeo de Tomic que provocó el comentario de Comas fue en un rebote de ataque. La solución la deberíamos encontrar observando imágenes en las que se está luchando por el rebote y pensar cuáles son las consecuencias de lo que se ve.

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Y si me acuerdo de cuál es el fallo que ha tenido siempre Felipe Reyes ya encuentro la clave para entender el por qué del comentario de Comas. Ese algo que nunca me ha gustado de Reyes es su tendencia a intentar levantarse y meter canasta tras coger rebote de ataque aun teniendo a tres rivales encima y casi nunca sacar el balón fuera para comenzar una nueva posesión. Esa es la clave del asunto: sacar el balón fuera y sacarlo rápidamente.

Podemos ver típicamente dos comportamientos en los rebotes: el del atacante y el del defensor. En el cierre del rebote, los jugadores del equipo que defiende se cierran sobre la zona, mientras que en el de los que atacan, los jugadores más allá de la línea de 6.75 empiezan a retirarse en preparación para la defensa, mientras que los interiores se unen a la lucha por el rebote con el doble objetivo de cogerlo o de que quien lo reciba tenga más difícil comenzar un contraataque rápidamente. La situación que se genera en un rebote es la de un equipo defensor comprimido alrededor de la zona y y un atacante con jugadores muy abiertos, es decir, desde su punto de vista, el atacante tiene una zona congestionada alrededor de sus pivotes y una zona del medio campo casi libre con jugadores en mucho espacio, con el añadido de que los defensores que se cierran de espalda a los atacantes.

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Por eso es de esperar que, en principio, hay muchas posibilidades de que si el pívot atacante recoge el rebote, vaya a estar rodeado de rivales que, en primer lugar, no van a permitirle un tiro cómodo y, en segundo, podrán intentar robarle el balón en el primer momento en que lo baje. Es una situación muy frecuente esa de ver al pívot coger el rebote y perderlo inmediatamente cuando un jugador, no pocas veces más bajo, le mete las manos entre los brazos y se lleva el balón. Además, con mucha gente alrededor y en su camino a canasta, es improbable que pueda anotar. En esa situación lo mejor que puede hacer es sacar el balón fuera lo antes posible. Y quien antes puede hacerlo es precisamente un pívot que saque unos cuantos centímetros a todos, tal como el caso de Tomic. O de cualquier pívot que mida más de 2,13m. Con los defensores cerrados sobre la zona y sus compañeros abiertos, el palmeo hacia fuera será fácil que acabe en manos de uno de éstos, lo suficiente para poder decir que de esa manera tendrá menos probabilidades de perder el balón; además, haciéndolo así los exteriores rivales no tienen tiempo de reaccionar cortando líneas de pase ni acosándole con intentos de robo, ahorrándose posibles problemas para sacar el balón a un compañero. No sólo eso: el jugador exterior que reciba el balón podría hacerlo con espacio que le permita encontrar un tiro fácil o aprovechar el momento inicial en que los defensores buscan a sus pares.

La otra mitad implícita en la frase es que los pívots más bajos no deben palmear, sino coger el balón. La clave es la altura a la que pueden llegar a tocar el balón con la mano. Un jugador muy alto, que saque varios centímetros a cualquier otro, puede alcanzar más alto que los demás e impulsar el balón casi horizontalmente. De esa manera el envío del balón a los compañeros de equipo es rápido y fácil. En cambio, si se trata de un jugador con una altura que no destaque sobre el resto, no podrá palmear el balón desde una altura superior al de las manos rivales, con lo que un palmeo más horizontal se perdería al chocar con las manos rivales. Por ello, tendría que evitarlo con un palmeo bombeado por encima de otras manos. Las consecuencias de eso es que el balón tardará más en llegar al compañero y eso dará más tiempo a los rivales para llegar a disputarles el balón en lo que sería un segundo rebote peleado por los jugadores exteriores, lo que supone haber pasado de casi tener el balón a que el resultado del rebote vuelva a estar indeciso. Por eso, si el jugador no es muy alto, lo que debe hacer ya no es palmear el balón hacia fuera, sino tratar de agarrarlo con fuerza y buscar un pase una vez haya llegado al suelo. Véase la siguiente captura de pantalla, donde el jugador del Cajasol de la derecha, Marcos Mata (2,01m), intenta palmear hacia fuera y al no estar por encima de los demás brazos, impulsa el balón contra la mano de otro jugador (en este caso Balvin) y el balón se desvía cayendo cerca de la zona, en las manos de un jugador rival.

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Con esto queda explicado por qué es cierta la afirmación de Manel Comas por la cual los pívots más altos deben saber palmear el balón fuera en el rebote de ataque, mientras que quedarse con el balón es lo que deben hacer los que no son tan altos.

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