
Este jueves en el Buesa Arena de Vitoria, se disputará el resultado de un castigo merecido e inmerecido. La perenne rivalidad entre los dos contendientes se ha acentuado en los últimos años, fruto de la creciente igualdad entre ambos equipos. Pero a pesar de eso, como ya sucedió en el último acto de Playoffs de la temporada pasada y en el reciente partido que los enfrentó en el Palau, el Madrid no fue capaz de noquear al equipo culé. Aunque si bien es cierto que el púgil blanco ya logró ese hito una vez, y fue en feudo azulgrana, durante la Copa del Rey disputada en Barcelona el año anterior.
Ante estos precedentes, es difícil escoger a un favorito; por trayectoria, ese bien debería ser el Madrid, pues en contados partidos se le ha podido ver sufriendo ante el rival, sobre todo si dirigimos nuestros ojos a la competición doméstica. Sin embargo, en la otra esquina del cuadrilátero, nos encontramos con un púgil que en sus últimos combates ha mejorado en prestaciones y regularidad. Además, debemos incidir en el hecho de que la única derrota que se ha permitido el equipo de Pablo Laso en Liga, ha sido contra el Barça. De hecho, el Madrid es el único equipo cabeza de serie que los hombres de Xavi Pascual han sido capaces de vencer. Además, la trayectoria de los azulgranas es ascendente y llegan a este partido después de haber encadenado una racha de seis victorias consecutivas, venciendo a rivales poderosos como Caja Laboral y Montepaschi Siena. Así pues, la actual dinámica del equipo culé les otorga más credibilidad de cara a su enfrentamiento con, probablemente, el equipo más en forma de Europa.
El equipo ha sufrido una gran mutación respecto a la Copa del Rey pasada, perdiendo intimidación y poderío finalizador. Con las sensibles bajas de Ndong y Vázquez, el equipo es menos peligroso en su juego por encima del aro. Sin embargo, jugadores más técnicos y corpulentos han ocupado su lugar, jugadores, a mi entender, más dañinos para el juego que propone Pablo Laso. Y es que, como viene siendo habitual desde la era Laso, ambos conceptos de juego chocan frontalmente, priorizando defensa y ataque respectivamente.
La eterna duda azulgrana para los culés es el rendimiento de Juan Carlos Navarro, castigado por las lesiones de forma implacable. En buena medida, y como viene siendo habitual, él será quien tendrá la llave de la victoria. Pero no será el único refuerzo que se espera para esta Copa del Rey, pues la inclusión del nuevo fichaje, Brad Oleson, puede convertirse en pieza fundamental para ayudar en labores defensivas (y también anotadoras) en especial desde la línea de 3 puntos, la gran laguna del equipo azulgrana, sobre todo en ausencia de su letal estilete, Juan Carlos Navarro.
Otro jugador que se crece y ofrece sus instintos más bélicos y agresivos cuando enfrente está el equipo blanco es Pete Mickael, en continua lucha con Carlos Suárez. El jugador de Rock Island conoce muy bien la carga psicológica que entraña esa clase de partidos y sabe exprimirse y dar lo mejor de si. Estoy seguro que en este nuevo enfrentamiento será un jugador muy activo, y profundamente involucrado con el sentimiento intrínseco del culé: derrotar al eterno rival.
El gran Saras, a sus 36 años de edad, ha demostrado una notable mejoría en los últimos partidos, mostrándose vital en algunos de ellos, como por ejemplo contra Olympiacos. El trío de bases, muy diferentes entre si, debe conseguir darle al Barça una buena variedad de opciones, tanto ofensivas como defensivas, pausar el partido y nutrir de balones a sus interiores, claramente superiores en físico y talento a sus pares blancos.
Con un Navarro renqueante, toda ayuda parece ser poca para enfrentarse al rival más fuerte del viejo continente, pues no debemos olvidar que en el último duelo, Juan Carlos Navarro hizo un partido que muy difícilmente volverá a repetir.
Un partido con aroma a final. ¡Qué empiece la copa!
En JordanyPippen nos interesa tu opinión