Con la maleta a reventar, y no sólo de ilusión, y con los nervios lógicos de la víspera de un largo viaje, me sitúo ante la pantalla de este ordenador para intentar transmitiros las últimas sensaciones antes de la partida. En breves horas finos hilos de luz penetrarán por las rendijas deliberadamente dibujadas en la persiana para poner fin a la duermevela e iniciar, junto a mi camarada Víctor, del que ya os hablaré con más calma si me lo permite, un trayecto de cerca de cinco horas hasta Zaragoza. Esta vez acompañan el ritmo acompasado de las teclas los acordes de “Brown Eyed Girl” de Van Morrison. Porque aunque sobre ojos verdes o azules y largas melenas rubias hay mucho escrito, muchas veces la verdadera esperanza de un hombre reposa en los ojos marrones de una chica “normal”.
Pero no son éstos los únicos ojos marrones que originan mis desvelos. Ayer, a través de la plataforma virtual del curso se nos dieron a conocer los grupos de trabajo para la realización de una interesante propuesta competitiva que responde al nombre de “Ejercicio Profesional” y en el mío estará Audie Norris, un verdadero ídolo para quienes se enamoraron de nuestro deporte en la década de los ochenta, la eterna némesis de Fernando Martín con quien batalló, desde el respeto y la admiración, hasta el punto de no poder contener las lágrimas el día de su funeral (¿con quién iba a pelear la posición a partir de entonces?). A falta de confirmar que se trata del Audie Norris que jugó en el Barcelona ya estoy imaginándome el encuentro con esa mole de 2,06 nacida en el más profundo sur de los Estados Unidos. Se amontonan en mi cabeza pasajes de grandes novelas como Matar a un Ruiseñor o cualquiera de las muchas aventuras sureñas relatadas por Mark Twain. Trataré de inspirarme en el saber estar de Atticus Finch y en la audacia de Tom Sawyer para aportar lo mejor de mí en el marco del trabajo en grupo y contribuir, así, a la victoria de mi equipo sobre el resto. Tocará, por lo que se refiere únicamente a la relación con Audie, multiplicar los esfuerzos para comprender el inglés cerrado del que presumen los nativos de Mississippi y, por encima de todo, disfrutar de su presencia y de todas las experiencias que desee compartir con nosotros.
A propósito de Norris. Mucho se ha escrito sobre los presuntos y supuestos favores que reciben los antiguos jugadores de élite a la hora de obtener los títulos. Desde luego, más allá de conjeturas, todos ellos parten con una gran ventaja respecto de quienes no conocemos el oficio por dentro. El profesionalismo tiene sus propios códigos, sus propias categorías a las que los meros observadores solemos acceder desde el tópico y la simplificación. Aun así me gustaría comprobar que todas las dudas levantadas sobre posibles tratos de favor hacia antiguos profesionales se desvanecen pues, si nosotros debemos atender a una serie de demandas de formación, ellos tampoco pueden trasladar sin más su propia experiencia hacia grupos y personas para quienes sus enseñanzas, por estar basadas únicamente en su propia percepción, podrían resultar simples anécdotas inconexas e ineficaces.
Concluyo respondiendo al comentario que Bou dejó en la primera entrada poniendo en duda la validez y pertinencia del título ofertado por la Escuela Nacional de Entrenadores, apéndice a su vez de la FEB. Coincido contigo sobre la aparente falta de voluntad a la hora de homologarlo como módulo de formación profesional de grado superior, pero disiento con la carta a la que haces mención pues considero que ésta, la del CES, y no otra, es la verdadera formación profesionalizante en el mundo del baloncesto. Además, no creo en una visión credencialista de la educación, es decir, no creo que sean los títulos los que marquen las diferencias, sino las competencias adquiridas. Y en este ámbito, el del aprendizaje y puesta en práctica de competencias, no hay mejor opción que la del Curso de Entrenador Superior ofertada por la FEB. Y no, no es autocomplacencia. Es una inversión de la que me siento muy orgulloso.
Por cierto, me alegro de la vuelta de Lebron a Cleveland. Ahora los insultos dejarán paso a los elogios y la traición de hace unos años parecerá un asunto menor. Ante el rey el reto de hacer campeón a un equipo en la ciudad con mayor tradición perdedora del país.
Un saludo. La próxima entrada desde Zaragoza.
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