Lo reconozco, he estado tentado de copiar y pegar la crónica del tercer partido y utilizarla también hoy. Al fin y al cabo, el cuarto ha sido, de nuevo, la historia de un sacrificio en vida, una especie de ritual chamánico en el que unos tipos vestidos de negro sacrifican a otros que van de blanco sometiéndoles antes a múltiples y variopintas atrocidades. El baloncesto de los Spurs no puede ser de este mundo, tiene que haber, inevitablemente, alguna conexión espiritual para que durante 48 minutos, tipos de todas las latitudes del mundo puedan unirse y entrar en trance de esta manera.
Lo peor de la exhibición de los Spurs es que llega en las finales de la NBA, una cita en la que quien más quien menos espera encontrarse a dos equipos igualados, en su mejor momento de forma y con todo el contenido táctico bien atado. Deben de estar averiados los vídeos en Miami pues ni Spoelstra ni sus asistentes han encontrado nada en el juego de San Antonio que pueda ser vulnerable. Con estas palizas cobran crédito la actuación de los Mavericks en primera ronda e, incluso, la oposición kamikaze planteada por Westbrook, Durant e Ibaka en las finales de conferencia. Con este bochorno, en cambio, queda aún más en entredicho el nivel de la Conferencia Este, conferencia en la que una propuesta colectiva tan pobre como la de Miami no ha encontrado dificultades para avanzar hasta las finales. Qué mal repartido está el mundo.
¿Y Lebron? Permítanme que ya no me detenga a hablar de Lebron. El “6” de los Heat sigue cosechando buenos números en ataque. 28 puntos y 8 rebotes con buenos porcentajes no pueden dar pie a grandes críticas. Más sonrojante es su defensa, una cualidad en la que habitualmente no nos detenemos y que muchas veces, en su caso, damos por supuesta en virtud de sus condiciones físicas. Pero, insisto, el cuarto partido ha terminado de convencerme. De qué sirve hablar de Lebron si no lo hacemos de un plantel que apura sus días en la cancha para dar el salto a los yates y campos de golf de la Florida (y no digo sólo este verano). Puede que gran parte de las nuevas arrugas que hoy parecen atisbarse en el rostro de Wade y muchos otros compañeros se deban a la defensa de San Antonio, pero anticipo un verano movidito en las oficinas de los Heat. “La decisión” ya ha dado suficientes frutos. Más de los merecidos si me apuran. Quizá deban plantearse en Cleveland perdonar al hijo pródigo. No sea que vuelva.
3-1 y las series de regreso a San Antonio. El AT&T Center se engalana para recibir a sus chicos y ofrecer un ambiente de grandes ocasiones. Tendría que acaecer una plaga para que el guión de las series no siga su curso y declare campeón a los Spurs el próximo domingo. Para cualquier otra contingencia los de Popovich están preparados. Les protegen la dinámica interna, las cualidades técnicas, el librillo táctico y el espíritu de equipo. Prepárense para una nueva experiencia trascendental, aplaudir en pie durante minutos y a altas horas de la madrugada al mejor equipo de baloncesto del siglo XXI.
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