Jugada final. Ganando de un punto o empatado, balón del rival.


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Tercera parte de una serie comenzada con tres arriba y luego dos arriba. Dedico la entrada a ambos casos porque la cuestión más fundamental es compartida: en ambos casos cualquier canasta en juego del rival le pondrá por delante. La única diferencia relevante entre ambos casos es que en el segundo caso, una defensa con éxito no gana el partido, sino que lo lleva a la prórroga.

Todo el campo defensivo es relevante por igual para la defensa, por lo que no hay ningún jugador en ningún área que pueda ser ignorado. Fracasar en la defensa permitiendo una canasta rival en el último par de segundos significa prácticamente sellar la derrota. La apuesta apropiada parece absolutamente evidente en ambos casos: hay que defender ya sea para llevarse la victoria o para dejar la decisión a la prórroga.

Ganando de un punto es el caso de los finales apretados en que el equipo defensor se encuentra con una respuesta más evidente y clara que en ninguna otra situación: hay que defender. No tiene sentido hacer falta, ya que eso da al rival una manera fácil de ponerse por delante. En el caso de ir por delante, perdiendo una victoria que ya estaba en nuestras manos.

¿No hay ningún lugar para hacer una falta? Si se está ganando de uno, no hay lugar para considerar la falta como plan de elección, para ello debería haber una gran desconfianza en las defensas, de modo que uno no tenga esperanza en impedir la canasta del rival y tenga la seguridad de que el ataque posterior para recuperar la ventaja en los momentos finales no podrá ser detenido; pero sería un caso extremo cuyas probabilidades son mínimas. Por tanto, creo que es razonable declarar que si el equipo está ganando de uno debe defender evitando hacer falta en lo posible; la falta sólo sería un recurso desesperado si se ve que un jugador va a tener abierto un amplio pasillo a canasta, de tal forma que las opciones abiertas sean permitirle una canasta fácil que le pondrá por delante u obligarlo a hacer dos tiros libres con los nervios del momento. Una falta que tendría que ser contundente si ese momento se da cuando el jugador ya está tirando o casi va a tirar, pues lo último es conceder un  2+1.

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En el caso de ir empatados, puede darse algún caso en que el entrenador puede decidir jugársela con una falta o con una trampa defensiva si quiere evitar la prórroga: pensemos en un equipo pequeño y de poco banquillo que ha llegado ahí con enormes esfuerzos y que sabe que no le queda energía para competir en una prórroga, un equipo que ha perdido por faltas a sus jugadores más importantes o que por cualquier otra razón tiene la convicción de que el resultado de una prórroga será una derrota. En tal caso el equipo que defiende podría elegir dos maneras de evitar una prórroga, siempre y cuando quede tiempo para un ataque que le ponga por delante. La primera opción es la de cometer falta, preferiblemente a un jugador con malos porcentajes de tiro libre o que sea conocido por ceder ante la presión de un momento así, esperando que falle al menos un tiro libre y que, si hay rebote, el balón acabe en manos de nuestro equipo para a continuación tratar de buscar una posición cómoda para un tiro de dos. O si no hubo suerte y el rival metió ambos tiros, buscarla de tres para ganar el partido. La segunda es algo más arriesgada: una trampa defensiva en el sentido de hacer un movimiento que presente ante el rival una aparente vía fácil de anotación que no sea tal; por ejemplo, abrirse la defensa con un jugador alto y buen taponador preparado para correr a intimidar antes de que el rival llegue a la canasta. En un momento así en que se juega el partido no sería muy difícil, con dicho pívot en el lado débil de la zona, hacer picar a un rival que tenga el balón en la línea exterior. La tentación de decidir el partido será en la mayor parte de los casos demasiado grande para rechazar, si el jugador que lo defiende se sitúa correctamente puede abrirle la vía pero correr a su lado para molestar el tiro si es que lo intenta en medio de la penetración antes de que el intimidador preparado llegue a hacer su trabajo. Esto es sólo un ejemplo entre otros varios de cómo intentar que el equipo que ataca se lance a un intento de anotación que sea favorable a la defensa. En el caso de que no se logre detener al rival uno quedará obligado a un triple para ganar el partido (salvo que la apuesta fallida haya sido flotar a un mal tirador en la línea de tres y le haya sonado la flauta, que le condena a uno a que la prórroga sea lo máximo); pero en el caso en que tenga éxito se tendrá el ataque en mejores condiciones, ya que el ataque parte del empate, no de estar por detrás, y en el peor de los casos (excluyendo que el rival robe el balón para un contraataque) el resultado será el mismo de una defensa con éxito en el último segundo, la prórroga, algo que se habría perdido de haber hecho falta y el rival anotara algún tiro libre. Además, en caso de que haya funcionado y haya habido rebote del rival, con la trampa defensiva se daría aún con empate y posibilidad aún de prórroga, mientras que con una falta es posible que hayan metido el primer tiro y tengan balón con un punto de ventaja. En todo caso, una opción arriesgada que necesita buenas razones para ser tomada.

El resultado que tenemos, después de esta serie de artículos desde el punto de vista del equipo que va por delante cuando el equipo rival tiene la última posesión, es que la defensa es la opción que tiene superioridad sobre hacer falta, sin que la falta sea una herramienta que deba ser ignorada por completo en ningún caso. La elección por la defensa es casi completa en el caso de ganar por un punto y ganando de dos es la situación en que la falta tiene los casos más probables de ser una primera opción razonable, con empate y tres arriba en puntos intermedios en que la defensa es la elección generalmente más sensata, pero que ofrecen situaciones en la que resulta razonable acudir a la falta.

 

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