ESCRITO POR ANDRÉS JIMÉNEZ
Pronto se cumplirán 24 años de la muerte de Fernando Martín, con motivo de esta triste fecha, algunos colaboradores de esta casa os contaremos nuestras experiencia o vivencia sobre ese día, humildemente les relato la mía:
“Fernando Martín falleció en Madrid el domingo 3 de diciembre de 1989 sobre las 15.00 horas a causa de un accidente de circulación. Acudía a presenciar un partido del Real Madrid contra el CB Zaragoza que no iba a poder disputar por sus conocidos dolores de espalda, los cuales no le impedirían estar en el banquillo para apoyar a sus compañeros. En el momento de su fallecimiento se dirigía a recoger a su compañero Quique Villalobos para ir juntos al estadio.
El accidente se produjo porque una velocidad excesiva le hizo perder el control de su automóvil, un Lancia Thema 8.32, al incorporarse desde la carretera de Barcelona (N-II) a la vía de circunvalación M-30 en dirección norte. Tras saltar la mediana, invadió el carril de sentido contrario (sur) e impactó contra otro vehículo, un Opel Kadett conducido por Ricardo Delgado Cascales, quien sobrevivió, aunque con graves heridas”, decían las crónicas sobre el desgraciado momento.
3 de diciembre de 1989, 17:00 horas, en un pueblo de la comarca de Talavera de la Reina, dentro de la profunda Castilla y créanme cuando digo profunda me refiero a profunda de verdad, a esa hora de la tarde era cuando saliamos del colegio (entonces la EGB era a jornada partida de 9:00 a 12:00 y de 15:00 a 19:00 horas), unos de los chicos que se habían salido del colegio después de repetir curso varias veces, nos dijo:
-¿Os habéis enterado de lo que ha pasado?
-No, contestamos el grupo más o menos numeroso con inquietudes hacia el baloncesto.
-Acabo de oír en la radio que ha muerto Fernando Martín.
Pronunciadas estas palabras recuerdo que me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo, había muerto Fernando Martín.
Siempre digo que tengo tres mitos con los que no soy objetivo: Fernando Martín, Maradona y Magic Jonhson, pues unos de los tres iconos de mi infancia acababa de morir de forma traumática y repentina a los 27 años de edad (más tarde descubrí que muchos famosos fallecía a esa parece trágica edad).
Supongo que sentí tanto esa pérdida porque creces con unas vivencias ligadas a unas aficiones y el hombre que encarnaba todo esa imaginería particular acababa de fallecer, el pionero que fue a la NBA, aunque no jugó casi nada (joder como odié a Mike Schuler durante mi infancia), pero llegó a ese Olimpo que era la NBA de Magic, Bird, un joven Jordan, Jabbar, Wilkins, Olajuwon, ese coto vedado para europeos que no se hubieran criado balocentisticamente en USA, pues un madrileño escalo a la montaña sagrada a base de tesón, carácter y coraje, primero dominando el basket europeo junto a los intocables soviéticos y la calidad y la pillería plavi, creo que la espalda de Fernando pagó la factura de ese tesón anteriormente mencionado.
Recuerdo como algo que me impactó las imágenes de Audie Norris llorando a lagrima viva, había muerto su adversario de esos duelos ya legendarios, duelos que aficionaron a una generación al baloncesto (generación que está huyendo de la ACB, ustedes saben los motivos y culpables de esta deserción) era una réplica doméstica de los duelos Bird-Magic, por eso, entre otras cosas, seré un admirador del gran Audie, aunque ayudará a acabar con el dominio de mi Real Madrid en el baloncesto nacional. Después vendría el famoso partido contra el PAOK de Salónica del escuálido Panagiotis Fasoulas y esos partidos ganados “in memorian” por un equipo que se había quedado cojo deportiva y anímicamente hablando.
El título de este sentido homenaje a Fernando se debe a que fue un mazazo en toda regla para las infantiles mentes de los niños que disfrutábamos este deporte, darnos cuenta que la vida no eran sólo Barrio Sésamo, ver y practicar baloncesto (sin pistas en mi pueblo de la atrasada parte de Castilla donde vivía, jugábamos en una poste con una canasta de hierro clavada a un tablero podrido, pero nos bastaba para pasar las horas tirando), sirvió para darnos cuenta que había sucesos trágicos, una bofetada a nuestras tiernas conciencias, por eso creo que este desgraciadamente inolvidable día de diciembre fue cuando empezamos a hacernos mayores. Lamentablemente esta sensación se vio reforzada con el retiro de Magic dos años después y con la muerte de Drazen casi cuatro más tarde de la perdida de Fernando Martín Espina.
3 de diciembre de 1989, cuando aprendimos que se puede sentir la muerte de alguien que no conoces como si fuera la de un familiar muy cercano, este es muy sentido y humilde (algo sentimentaloide) homenaje a un mito de nuestra infancia.
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