ESCRITO POR ANDRÉS JIMÉNEZ

Según la redacción dada por el siempre recordado y añorado Andrés Montes:
“Artículo 34: Hago lo que quiero, cuando quiero, como quiero y cuando me da la gana.”
A principios del siglo XXI este precepto estaba etiquetado con el número 34 e imperaba en el estado de California, concretamente en la ciudad de Los Ángeles y centrándose en la zona del Staples Center, la persona encargada de imponerlo era Shaquille O’Neal, una bestia que campaba por todas las zonas de la NBA como si fuese su cuarto de estar, pero eso es un tema para otro día.
Este artículo referido a Big Cactus es una metáfora aplicable a todos aquellos jugadores que dan un exhibición sobre una cancha de baloncesto, dando la sensación a compañeros, rivales y público de que en ese instante son imparables, es indiferente las defensas como sean, individuales, en zona, reciban ayudas o no, el tipo las va a enchufar igual.
Actuaciones de este calibre hemos visto todos y en numerosas ocasiones, pero me gustaría centrarme en exhibiciones ochenteras (lo que me gusta denominar tener un momento abuelo cebolleta, la edad no
perdona) unas de las manifestación de este tipo serían las impartidas durante más de una década en la NBA por, póngansen en pie, Earvin Effay “Magic” Johnson Jr., de ahí que el citado artículo fuera de obligado cumplimiento en los años 80, en este caso con el número 32 y con la coincidencia de aplicarse en la estado de California, también en Los Ángeles, pero en este tiempo en la zona del Fórum de Inglewood.
Que puedo decir de este ilusionista que no se haya dicho ya, ídolo de una generación, exportador de la liga estadounidense al resto del mundo. Pero centrándonos en el aspecto baloncestístico era un base con el tiro de un escolta anotador en el cuerpo de un alero alto y con movimientos al poste de un pívot, como dice un amigo, quizás la persona que he conocido que más sabe de este bello deporte, el único jugador de la historia capaz de dominar el juego desde las cinco posiciones del campo, porque el bueno de Earvin también dominaba la posición de center. Todos recordamos aquella final en el año 1980 contra los Sixers de Philadelphia con la lesión de última hora de Kareem Abdul-Jabbar y pidiéndole, un novato Magic, al entrenador que le pusiera de pívot y consiguiendo 42 puntos, 15 rebotes, 7 asistencias y 3 robos.
Después vendría sus míticos duelos con los Boston Celtics comandados por otro genio Larry Bird, el mejor 3 de la historia sin duda, partidos que nos engancharon al baloncesto cuando éramos unos niños y muchos, por lo menos en mi caso, soñábamos con ser Magic y dar esos pases imposibles mirando al tendido, meter esas canastas decisivas en los últimos instantes de partido. Un Earvin totalmente imparable en esas temporadas, dominando la liga en esos años desde sus 2,05 metros de altura, años que cimentaron la grandeza de la que actualmente goza la NBA y desgraciadamente una epidemia moderna, un maldito virus del SIDA le obligo al Mago a despedirse del deporte que le había convertido en un icono mundial.
Tuvo dos apariciones estelares, una con el Dream Team en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 y otra en la temporada 95-96, con treinta y seis años, jugando 32 partidos casi todos los minutos jugando en la posición de ala-pívot y consiguiendo unos números aceptables para su edad.
En definitiva, el artículo 32 era impuesto siempre con una sonrisa amable casi burlona, pero los rivales cuando veían ese gesto en la cara de Magic sabían que hiciesen lo que hiciesen, se resistiesen lo que se resistiesen, el artículo iba a ser aplicado con toda la severidad de la Ley, casi siempre en forma de asistencias inimaginables para el resto de los mortales, en este caso la redacción del artículo quedaba así:
“Artículo 32: Hago lo que quiero, cuando quiero, como quiero y cuando me da la gana, pero con una sonrisa amable y acogedora.”
Y recuerden, la vida puede ser maravillosa y con baloncesto hay más posibilidades de que lo sea.
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