Se venía rumiando desde hace unas semanas y ayer Vicente Azpitarte (ex-responsable de comunicación de la FEB, por cierto) adelantó que el rumor estaba a punto de hacerse realidad: Sergio Scariolo volverá a ser el seleccionador nacional.
Scariolo dejó el cargo de seleccionador tras los Juegos de Londres, consciente de que el grupo de jugadores que había llevado a nuestra selección a lo más alto durante la primera década del siglo estaba iniciando la cuesta abajo. Atrás dejaba dos medallas de oro europeas y una plata olímpica, unidas también a un sexto puesto en el Mundial de 2010 en el único torneo que disputó en el que no contó con Pau Gasol.
En sus dos primeras campañas al frente de la selección, Scariolo compaginó el cargo de seleccionador con el de entrenador del Khimki, con el que lo único destacable que hizo fue alcanzar la final de la Eurocup de 2009. En 2011 se hizo cargo de la lujosa plantilla del Olimpia Milano, equipo diseñado para competir por la Euroliga, para fracasar estrepitosamente durante dos temporadas. En 2013 volvió a España, para hacerse cargo del banquillo del Laboral Kutxa. Fichado por dos temporadas, fue despedido al término de la primera tras una campaña pésima y mil problemas con todo el mundo.
Y es que Scariolo hace mucho tiempo que dejó de ser un entrenador fiable. Muy lejos queda su llegada a España por primera vez en 1997, precisamente al Baskonia, con el que llegó a la final de la liga y logró una Copa del Rey en 1999. Después, campeón de liga con el Real Madrid en el 2000 y de Copa y liga con el Unicaja en 2005 y 2006 respectivamente.
Con la selección española logró tres medallas en cuatro torneos. Cierto. Tan cierto como que contó con la generación de oro de nuestro deporte en plenitud de facultades físicas. También es cierto que la selección a sus órdenes no mostró nada especial en los torneos en que participó, sino que se dedicó a jugar al Gasol-sistema o al Navarro-sistema; sistemas que han servido para arrollar rivales durante mucho tiempo hasta que los años han empezado a hacerse notar. Así, en Turquía, sin el mayor de los Gasol, el batacazo frente a una selección serbia que iniciaba (ellos sí) su renovación fue sonoro.
No tanto como lo que nos esperaba tras la salida de Scariolo de la selección tras los Juegos de 2012, y es que la FEB nombraba como nuevo seleccionador a Juan Antonio Orenga y lograba algo que podía parecer imposible: que se echase de menos a Scariolo. Con Orenga se logró una medalla de bronce muy pobre en el Eurobasket de 2013 y se hizo el ridículo en toda regla en el Mundial de 2014, jugado en nuestro país. Aun así, José Luis Sáez anunció tras la eliminación de España que Orenga era intocable… hasta que el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid estalló contra ambos. Aquello fue la sentencia de Orenga y el comienzo de otro Día de la Marmota para nuestro baloncesto.
Yo estoy seguro de que Sáez tenía otras preferencias antes de volver a lanzarse en manos de Scariolo. Preferencias que apuntaban al Palacio de los Deportes. Creo que Sáez se vio muy cerca de lograr su objetivo cuando el Madrid se tambaleaba unas semanas antes de la Copa del Rey. Así, su anuncio de que «en febrero habrá seleccionador» tenía un objetivo claro. Pero el Madrid se recuperó y la incompatibilidad de cargos se convirtió en un muro. Pasada esa oportunidad, según dicen la FEB ha intentado que se elimine la incompatibilidad de cargos que impide que un entrenador en activo en la Liga Endesa se haga cargo de la selección. Y así pasó marzo y casi abril hasta que anoche sonó el despertador y nos encontramos con la misma cara que Bill Murray.
Ahora tendremos de nuevo a Scariolo, seguramente durante dos temporadas. Su objetivo es llegar a la final del Eurobasket de este verano para poder obtener una plaza para los Juegos de Río. Y no va a ser nada fácil. Para empezar, estamos encuadrados en el peor grupo, el B: Turquía, Italia, Alemania, Serbia e Islandia. Quedando entre los cuatro primeros del grupo, nos cruzaríamos con una de las selecciones del grupo A, que puede ser Francia o Rusia, sin ir más lejos. No va a valer, por tanto, eso que tanto le gusta a Scariolo de empezar al trantrán para coger ritmo a partir de cuartos. Como tampoco debería valer lo de la Ruta Ñ para recaudar dinero en vez de para preparar la competición. Esta vez, o jugamos de verdad al baloncesto desde el primer partido, o en junio de 2016 estamos jugando el preolímpico como última bala para estar en Río.
Y a todo esto, al Eurobasket no irá Ricky Rubio ni seguramente Ibaka. Calderón está lesionado, Pau y Marc Gasol no está nada claro que vayan a acudir. En el armario de Scariolo permanecen los cadáveres de Fran Vázquez, Carlos Suárez y Rafa Martínez. Tampoco todo es tan negro: Víctor Calver seguro que acude al llamado de la selección.
El peloteo hacia Niko Mirotic está en marcha desde que en diciembre fuera nombrado rookie del mes en la NBA, y los voceros de la FEB entonan con regularidad aquello de «olvidemos el ayer…» Y es que de la noche a la mañana Mirotic ha pasado de ser un «jugador sobrevalorado, sin sitio en este equipo porque está Ibaka» a ser «nuestra última esperanza». Es lo que ocurre cuando levantas la vista de tu ombligo y te das cuenta de lo miope que has estado. Y qué quieren que les diga, yo entendería a Niko si le hiciera una pedorreta a la FEB como respuesta.
Scariolo vuelve a la selección. Ya solo falta que Orenga recupere su puesto como ayudante. Y entonces otra vez sonará el despertador. Renovarse o morir.
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