Pat Riley dijo en una entrevista en 1994 que Anthony Mason era un oxímoron, un jugador que parecía y era un toro, pero a la vez un jugador capaz de superar en técnica a cualquiera. Una especie de bella y bestia, que lo hacían único. Tal vez demasiado único, en palabras del propio Riley.
Mason fue una estrella en su etapa universitaria. Nacido en Miami pero criado en Queens, se formó en la Tenessee State University. Allí llegó a jugar en las cinco posiciones del equipo y tuvo un último año extraordinario, con casi 30 puntos por partido y 10 rebotes y 3 asistencias de media, pero sin embargo en el draft de 1988 fue seleccionado por los Blazers solo en tercera ronda, en el puesto quincuagésimo tercero.
Alero de dos metros raspados, en el training camp de los Blazers se evidenció que no tenía sitio en una rotación que contaba con Caldwell Jomes, Jerome Kersey y Mark Bryant. Cortado antes de empezar la temporada, su primer contrato como profesional se lo ofreció el Efes Pilsen.
Tras un año en Estambul, los Nets lo reclutarían, pero apenas tendría oportunidades: 108 minutos en 21 partidos. Un paso por la liga venezolana con los Marinos de Oriente de Caracas fue la antesala de un contrato de 10 días con los Nuggets, pero solo dispuso de 21 minutos en total. De allí a los Tulsa Fast Breakers de la CBA y a los Long Island Surf de la USBL.
Con las maletas hechas para jugar en Italia, en el verano de 1991 fue invitado al training campo de los Knicks y por fin su suerte cambió. Par Riley, entrenador de los neoyorquinos, quedó impresionado con Mason y le ofreció un contrato como suplente de Charles Oakley y Xabier McDaniel.
Y a partir de entonces Anthony Mason se convirtió en un jugador imprescindible para contar la historia de la NBA durante los años 90. Suplente en los Knicks, se haría hueco en la rotación del equipo con esa combinación de fuerza y calidad que le llevó a ser el jugador que más minutos ha disputado en una temporada en toda la historia de los Knicks.
Imprescindible en las plantillas de los mejores Knicks desde 1973, responsable de la defensa de Michael Jordan en unas series de final de conferencia que se fueron al séptimo partido y de Olajuwon en aquellas finales de 1994 que se fueron al séptimo partido y que se les escaparon a los de Nueva York, el oxímoron de que hablaba Riley se demostraba cuando cogía el balón para lanzar un tiro libre o cuando el propio Riley, que lo consideraba pieza clave en su equipo, debía suspenderlo por mal comportamiento. O cuando era detenido por enfrentarse a un agente tras ser multado por aparcamiento.
La carrera de Mason incluyó también a los Hornets de Mugsy Bogues, Dell Curry y Vlade Divac. Nuevamente pieza clave y por fin titular, otra vez quedaría emparejado con Jordan en playoffs. En el año 2000 se reencontraría con Riley en los Heat. Unos Heat devastados por los problemas de riñón de Alonzo Mourning y la lesión de Grant Hill, pero que se metieron en playoffs con un Mason All Star por primera y única vez en su carrera.
Pero a una gran fase regular la siguieron unos playoffs en los que apenas jugó y un traspaso a los Bucks a final de temporada. Unos Bucks que venían de perder el anillo en el último partido pero que sufrieron muchísimos problemas. Mason se presentó en verano con sobrepeso y después sería una bomba de relojería en el vestuario hasta el punto de que George Karl tendría que nuevamente sancionarle. La bella y la bestia nuevamente. Dos años en los Bucks, los peores en su carrera, pondrían el punto final a sus años de baloncesto.
Uno de los mejores suplentes de las dos últimas décadas de baloncesto y un jugador que hizo de la polivalencia y de la confianza en sus posibilidades su mejor arma.
El 11 de febrero, mientras seguía un tratamiento por problemas cardíacos derivados de su sobrepeso sufrió un infarto de miocardio agudo. Tras 17 días luchando por su vida, ha fallecido a las 2:36 de la madrugada en Nueva York. Se va un trocito de la historia de la NBA con él.
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