Día D, hora H. Se cumplen 70 años desde el Desembarco de Normandía y, aunque los miembros de las generaciones actuales no tenemos la perspectiva suficiente como para valorar la importancia de aquella maniobra militar, los libros de historia y los homenajes que se llevan a cabo se encargan de recordarnos cuán diferente sería el mundo si los aliados hubieran fracasado.
Anoche empezó a escribirse también la crónica de las finales de la NBA del año 2014. Fue un partido atípico, jugado de poder a poder y con un nivel de acierto notable hasta que las circunstancias se impusieron sobre todo lo demás. Ni siquiera se notaron los nervios iniciales pues enseguida empezaron a carburar Parker y Duncan por los Spurs y Bosh y James por los Heat. Pronto aparecerían también Manu Ginobili y Dwyane Wade para disipar las dudas que pudieran existir sobre la importancia del partido.
Como era de esperar la defensa de los Heat incomodó el juego alegre de los Spurs y su habitualmente fiable circulación de balón. Ello, unido a la permisividad arbitral respecto al uso de manos de los Heat contribuyó a que los de San Antonio sumaran 22 pérdidas a la finalización del encuentro. 22 pérdidas que son muchas ante un equipo al que le gusta anotar en contraataque. 22 pérdidas que no parecen tan graves si las comparas con las 30 asistencias que ayudaron a que siete jugadores anotaran más de nueve puntos para un total de 110.
36 de esos puntos llegaron en el último cuarto, un último parcial mediatizado por la lesión muscular de Lebron James, una lesión que bien puede tener relación con el asfixiante calor que reinó en la arena de los Spurs por una avería eléctrica, no hay motivos para pensar otra cosa, que afectó al sistema de aire acondicionado. Por mi mente, mientras veía a los jugadores de Miami con hielo en la nuca, pasaron imágenes de Kareem, Worthy o Magic sufriendo las inclemencias “meteorológicas” del Garden de Boston.
Lo cierto es que la lesión de James tuvo un efecto anestesiante en el resto de sus compañeros. Porque puede ser que Miami, sin Lebron, no tenga argumentos para vencer a San Antonio en una serie a siete partidos, pero sí para pelearle un partido que estaba igualado a falta de cinco minutos. Pero no. Desaparecieron uno a uno todos los estandartes del equipo. Se esfumó, como por arte de magia, la defensa que les ha llevado a jugar su cuarta final consecutiva y el parcial a favor de San Antonio fue demoledor (18-5).
Ahora toca esperar. Me gustaría tener buenas noticias sobre Lebron. No quisiera que estas finales aparecieran en los libros de historia con un asterisco. No me gustaría tener que contarle a las generaciones venideras cuánto cambió el panorama baloncestístico en la madrugada del septuagésimo aniversario del Desembarco de Normandía por una lesión. Los Spurs quieren una justa revancha con el rey de pie sobre la pista y no posado sobre sus rodillas.
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