
Siempre es más agradable para la vista ver una obra de arte que una obra llena de barro. El todo vale para alcanzar el éxito defiende vitrinas cuando se llenan, pero vacía gradas cuando no se alcanzan los objetivos, y además aburres. La tendencia de los últimos tiempos a limitar el baloncesto ofensivo con la permisividad arbitral y las tácticas rácanas, convierte las canchas en un ir y venir de empujones y pasos, aderezados con las infames faltas tácticas, que lo único que consiguen es el bostezo colectivo, el baloncesto de batalla y el abuso en la ingesta de palomitas para no pegar cabezadas en el asiento. Los amantes del ‘cerocerísmo’ no son conscientes del daño que hacen a un deporte activo, ágil, alegre, inteligente y distinto al catenaccio futbolero. Ganar a cualquier precio acaba por pasar factura a la hora de llenar asientos e iguala al que no sabe hacer la O con un canuto entre aros, con el jugón íntimo amigo de ellos. Una buena jugada siempre es más agradable para la vista que una buena hostia. Si a un producto atractivo y diferente lo acabas por convertir en vulgar y previsible, el resultado de la ecuación suele dar negativo.
Entiendo que en economía de guerra muchos no puedan alcanzar unos mínimos de calidad exigible; pero no comprendo que se llenen plantillas con mediocridades venidas de fuera teniendo la posibilidad de ir dando paso a jugadores de casa que al menos sepan y sientan la camiseta que sudan, en una situación presupuestaria de supervivencia.
La diferencia entre los ricos y pobres de la liga se está convirtiendo en insalvable, y la clase media ve como los áticos de nuestro baloncesto no están al alcance de sus bolsillos. Tengo la impresión de que o los pequeños ofrecen identificación con sus ciudades y un baloncesto de valientes o acabarán tirados por los parques de sus localidades. Es de agradecer la gesta del Joventut, días atrás, con un montón de canteranos aunque fuese por lo que fuera.
A los grandes tampoco les valdrá con alzar copas, deberán modificar el concepto victoria a cualquier precio por el del aprecio del aficionado al producto que se le brinda. Comprar una entrada en tiempos de crisis es un ‘lujo’ al que sólo se accede si lo que ofreces es comparable a un fin de semana en un Spa o una cena romántica.
Todos debemos hacer una verdadera reflexión. La mayoría de clubes se desangran económicamente, las audiencias son de ‘escándalo’, las canteras se petan de extranjeros, las gradas se vacían a un ritmo preocupante, la NBA se come a los jóvenes y el gran producto BALONCESTO parece un saldo en rebajas de Enero.
Queremos que el mejor deporte del mundo no sea simplón, no se amodorre, luche, venda, entienda, divierta, salga por piernas, arriesgue, tenga referentes de casa y vuelva a enamorar como él solo sabe hacerlo.
Escrito por Mikel Cuadra (@mikelcuadra)
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